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SEQUÍA Y DESEMPLEO: EL CAMPO SONORENSE SE QUEDA SIN JORNALEROS




Hermosillo, Sonora.-                                                    

La sequía no solo agrieta la tierra en Sonora, también resquebraja el empleo rural. En solo un año, el número de jornaleros que llegaron a los campos agrícolas del estado disminuyó en un alarmante 63.87%, dejando una estela de parcelas vacías y miles de familias sin sustento.

 

Según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), entre enero y marzo de este año solo 5 mil 777 jornaleros eventuales fueron contratados formalmente, en contraste con los más de 16 mil que arribaron en el mismo periodo del año anterior. Una pérdida absoluta de 10 mil 214 trabajadores, que evidencia cómo la sequía ha impactado los cultivos —especialmente los de alta demanda hídrica, como el trigo— y, por ende, la oferta laboral.

 

El fenómeno climático no solo ha modificado el paisaje agrícola, también ha transformado la dinámica migratoria de trabajadores provenientes del sur de Sonora, Oaxaca, Veracruz, Chiapas y Sinaloa, quienes históricamente encuentran en los campos del norte su principal fuente de ingreso.

 

Baja California tampoco escapa a la crisis.Este estado, reconocido por su producción de uva de mesa, alfalfa y espárrago, también registró una fuerte caída en su fuerza laboral agrícola temporal. En el primer trimestre del año, llegaron 6 mil 778 jornaleros, una cifra significativamente menor a los 11 mil 106 que arribaron en 2023. La reducción porcentual fue del 38.97%, lo que acentúa una tendencia nacional preocupante.

 

El impacto es contundente: menos cultivos, menos trabajo y una cadena de afectaciones que recorre desde el campo hasta el comercio nacional e internacional. En total, durante el ciclo agrícola 2023–2024, solo se registraron 24 mil 905 trabajadores eventuales en el país, apenas 6 mil 267 más que el ciclo previo, lo que muestra un estancamiento peligroso en un sector clave para la economía y la seguridad alimentaria.

 

Ante este panorama, la agricultura intensiva del norte mexicano se encuentra en un momento de inflexión, donde adaptarse a nuevas condiciones climáticas no es opción, sino necesidad. El futuro del campo —y de quienes lo trabajan— está en juego, y la sequía amenaza con convertirse en un problema estructural más que estacional.

 
 
 

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