Especialistas y colectivos como Pro Derechos de la Niñez han advertido que la crisis de desaparecidos en Jalisco está cada vez más presente en los menores, que hasta juegan representando dinámicas de violencia.
Aunque es difícil distinguir la conducta propia de un menor que está entrando a la pubertad de aquella que podría mostrar un niño que ha normalizado la violencia, los padres deben estar atentos y buscar ayuda en caso de que sea necesario.
Especialistas y colectivos como Pro Derechos de la Niñez han advertido que la crisis de desaparecidos en Jalisco está cada vez más presente en los menores, que hasta juegan representando dinámicas de violencia.
"Es importante que puedan observar indicadores, como cambios repentinos en la conducta del menor que, de acuerdo a los sistemas de clasificación internacional, son los llamados trastornos de conducta disruptivos", explicó Francisco Gutiérrez, profesor investigador de la UdeG.
"Se caracterizan por estallidos de agresión, que puede ser heteroagresiva, a romper las cosas, a destruir o puede ser autolesiva".
Alcohol y drogras
El consumo más temprano de alcohol o droga pueden ser otros indicativos, sostuvo el miembro del Departamento de Psicología Básica, del Centro Universitario de Ciencias de la Salud.
"El interés repentino por todo lo que implica violencia a través de videos, videos cortos, redes sociales, videojuegos.
"El menor puede empezar a tener peleas, disturbios dentro de casa, ya sea con hermanos o compañeros de clase, ya sea que se vuelva un acosador escolar".
Gutiérrez dijo que también podrían ser indicativas las fugas del hogar, los actos de crueldad física y psicológica, la fascinación por el fuego y la destrucción de los juguetes.
"Estas características se presentan cuando menos tres a seis meses de síntomas continuos, el padre de familia debe de estar observando qué es lo que corresponde un cambio madurativo, cuando está pasando a la adolescencia, que hay rebeldía, que hay oposicionismo, negativismo desafiante, a cuando es un niño que está naturalizando la violencia".
Y hay una línea muy delgada entre la naturalización de la violencia y la práctica, advirtió el psicólogo.
"No es fácil distinguir. Hoy el padre de familia tiene una responsabilidad mucho mayor porque los niños, la población infanto-juvenil ha venido cambiando y el padre de familia está absorto muchas veces en cómo sacar adelante la familia, los problemas económicos, la doble jornada laboral.
Manejo de límites
"Como ambos papás trabajan en muchos hogares mexicanos le encomiendan al primogénito, que aún puede ser un niño o un adolescente, encargarse de sus hermanos y que esto no va propiciando un adecuado manejo de los límites, un adecuado del manejo del modelo educativo para el cual no está preparado ni el niño ni el propio padre".
Añadió que los estudios de investigación que hay sobre violencia y delincuencia han mostrado la influencia que tiene en los niños la normalización de la violencia para que se involucren en actividades delictivas.
"Y esto lo podemos referenciar a través de las muertes por violencia: suicidio, homicidio y accidentes donde, entre los tres tipos de muerte violenta, las edades van bajando".
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